miércoles, 27 de abril de 2011

El Camino.


Amanece un nuevo día. El sol comienza a elevarse sobre el horizonte con ese color anaranjado, el que hace que todo lo que esta bajo su luz tenga ese aspecto de paz y belleza del amanecer. Respirando, el frescor de la mañana inunda tus pulmones mientras vistes tus pies con el calzado más cómodo, preparándolo para el largo camino que te depara el día.

Pleno de ilusión, tu corazón se alegra de pisar el exterior, de ver lo que has de andar hoy, de ver a todas esas personas que esperan para acompañarte en él. Tus amigos, tu familia, incluso esa sombra indefinida que representa el amor. Todos están allí, todos echan a caminar a la vez que tú, a tu lado, viviendo cada uno de los momentos junto a ti.

Muchos permanecerán para siempre, muchos otros se acercaran a tu camino para más tarde alejarse de nuevo. Tu camino se cruzará con el de muchas personas, las saludarás al pasar, harás nuevos amigos. Todo ello incrementará la satisfacción de tu día a día. Los más importantes estarán ahí para apoyarte en los malos momentos, otros fingirán hacerlo, pero nunca podrás contar con ellos. Muchos estarán meramente por interés, pero terminaran alejándose cuando no obtengan de ti lo que desean. Mantente fuerte en tus convicciones y no dudes en actuar según ellas. Solo los que de verdad importan, sobrevivirán.

Muchas caras ocuparan el rostro de la sobra indefinida del amor, unas serán de una belleza digna de admirar, otras se caracterizarán por un interior mucho más luminoso que el exterior. Algunas te sembrarán de dudas y otras incluso no sean correspondidas. Muchas caras te agarrarán la mano, te susurrarán al oído que te quieren y no tendrán miedo de escucharlo de tus labios. No temas porque tu camino es largo, por ahora solo ves el horizonte, pero sigue aún más allá.

Abre los ojos, disfruta del paseo, de la compañía de todos ellos. Ten un corazón generoso, reparte tu atención con sumo cuidado y no dejes a nadie de lado. No temas tus tropiezos porque habrá muchos, simplemente levántate, sonríe y sigue caminando.

sábado, 16 de abril de 2011

EL POZO



Creo que siempre me dediqué a esto. A sacar agua del pozo. Nací con él y mis padres fueron quienes me enseñaron a usarlo, con paciencia y con prudencia, con las personas adecuadas. Se dice que el agua de cada uno de estos pozos puede satisfacer la sed de una persona determinada.

Aquí estoy pues, como cada mañana, como cada día desde que te conozco, bajando el cubo y tirando de la cuerda para subir el agua que calmará tu sed. Largo es ya el tiempo que llevo visitándote y llevándote mi agua. La bebes con avidez, otras veces con indiferencia y sequedad. Otras veces ni siquiera tienes sed, y te limitas a apartar el vaso.

Aún así, yo vuelvo cada día a bajar al pozo, con mi cubo, listo para recoger más agua y llevártela, para así satisfacer una necesidad que quizá es más mía que tuya.

Hoy observé el nivel del pozo. Es algo que hay que hacer cada cierto tiempo para comprobar las reservas de agua y saber si el pozo necesita descansar. Me sorprendió encontrarlo más bajo de lo que lo esperaba. Y eso no era bueno. Quizá hubiera estado sacando demasiada agua que no era necesitada del pozo.

Me senté al borde del pretil mientras observaba descender el cubo con la mirada perdida en mis divagaciones. Siempre había pensado que este pozo daría para cubrir las necesidades, pero quizá me excedí sacando agua con demasiada prisa. No sabía si seguir sacando agua de allí, ¿qué pasaría entonces? ¿Nos asaltaría la sed?

Sin saber que hacer me levanté y marche caminando sin rumbo. En el fondo de pozo, el cubo flotaba sobre la superficie cristalina, esperando a que mi mano recuperara la firmeza necesaria para coger la cuerda y subirlo de nuevo, como cada día.