sábado, 16 de abril de 2011

EL POZO



Creo que siempre me dediqué a esto. A sacar agua del pozo. Nací con él y mis padres fueron quienes me enseñaron a usarlo, con paciencia y con prudencia, con las personas adecuadas. Se dice que el agua de cada uno de estos pozos puede satisfacer la sed de una persona determinada.

Aquí estoy pues, como cada mañana, como cada día desde que te conozco, bajando el cubo y tirando de la cuerda para subir el agua que calmará tu sed. Largo es ya el tiempo que llevo visitándote y llevándote mi agua. La bebes con avidez, otras veces con indiferencia y sequedad. Otras veces ni siquiera tienes sed, y te limitas a apartar el vaso.

Aún así, yo vuelvo cada día a bajar al pozo, con mi cubo, listo para recoger más agua y llevártela, para así satisfacer una necesidad que quizá es más mía que tuya.

Hoy observé el nivel del pozo. Es algo que hay que hacer cada cierto tiempo para comprobar las reservas de agua y saber si el pozo necesita descansar. Me sorprendió encontrarlo más bajo de lo que lo esperaba. Y eso no era bueno. Quizá hubiera estado sacando demasiada agua que no era necesitada del pozo.

Me senté al borde del pretil mientras observaba descender el cubo con la mirada perdida en mis divagaciones. Siempre había pensado que este pozo daría para cubrir las necesidades, pero quizá me excedí sacando agua con demasiada prisa. No sabía si seguir sacando agua de allí, ¿qué pasaría entonces? ¿Nos asaltaría la sed?

Sin saber que hacer me levanté y marche caminando sin rumbo. En el fondo de pozo, el cubo flotaba sobre la superficie cristalina, esperando a que mi mano recuperara la firmeza necesaria para coger la cuerda y subirlo de nuevo, como cada día.

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