miércoles, 27 de octubre de 2010

La soledad de los números primos.


Los números primos son exactamente divisibles por 1 y por sí mismos. Ocupan un sitio en la infinita serie de los números naturales. Son números solitarios, sospechosos, y por eso le encantaban a Mattias, que a veces pesaba que en esa serie, figuraban por error, como perlas ensartadas en un collar, y otras veces que ellos también querían ser como los demás, números normales y corrientes, y que por alguna razón no podían. Esto ultimo lo pensaba sobre todo por la noche, en ese estado previo a sueño en que la mente produce mil imágenes caóticas y es demasiado débil para engañarse a si misma.

En el primer curso de la universidad había estudiado ciertos números primos más especiales que el resto, y a los que los matemáticos llaman “números primos gemelos”: son parejas de números primos sucesivos, o mejor casi sucesivos, ya que entre ellos siempre hay un numero par que les impide ir realmente unidos, como el 11 y el 13, el 17 y el 19, el 41 y el 43… Si se tiene paciencia y se sigue contando, se descubre que dichas parejas aparecen cada vez con menor frecuencia. Lo que encontramos son números primos aislados, como perdidos en ese espacio silencioso y rítmico hecho de cifras, y uno tiene la angustiosa sensación de que las parejas halladas anteriormente no son mas que un hecho fortuito, y que el verdadero destino de los números primos es quedarse solos. Pero cuando ya cansados de contar nos disponemos a dejarlo, topamos de pronto con otros dos gemelos estrechamente unidos.

Mattias pensaba que él y Alice eran eso, dos números primos gemelos solos y perdidos, próximos pero nunca juntos. A ella no se lo había dicho. Cuando se imaginaba confiándole cosas así, la fina capa de sudor que cubría sus manos se evaporaba…

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